El día de hoy tuve mi segunda intervención, impartí la clase desde el enfoque del pensamiento matemático repasando los números del uno al ocho. Realicé diversas actividades que abarcaban reconocimiento y nominación de números, guías con diapositivas y un juego con números. Durante la clase, noté que la actitud de los niños con un visitante externo era un poco más inquieta, pero considero que es algo controlable. Aunque todas las actividades funcionaron bien, algunas resultaron un tanto extensas, lo que podría causar aburrimiento en los niños. Por tanto, veo la necesidad de mejorar la duración de las actividades y la retroalimentación a los estudiantes en futuras intervenciones.
Debido a limitaciones de tiempo, no pude dedicar tanto tiempo a la retroalimentación como hubiera deseado, lo que complicó el cierre de la clase. Para mi próxima intervención el siguiente semestre, me recomendaría a mí misma planificar una actividad de cierre más lúdica y entretenida para captar la atención de los estudiantes y repasar lo aprendido durante la clase.
Esta experiencia me ha hecho reflexionar sobre lo fugaz que es el tiempo y lo gratificante que resulta estar presente en las clases con los estudiantes, formando parte de su día, aunque sea dos veces a la semana. Es inevitable emocionarse al hablar de los estudiantes, ya que pronto llega el momento de despedirnos. Hoy es 14 de junio y solo nos queda un día más juntos la próxima semana. A pesar de que no nos veremos más, cada estudiante con el que interactúo deja una marca en mí y contribuye a mi aprendizaje como futura docente. Ellos son una gran motivación para seguir creciendo en el ámbito de la educación.